BLOG DE RAÍZ SEFARDÍ

9 de Av - Tisha Be'Av




LECTURA PARA TISHA BEAV
Deut. 4:25-40



Cuando hubieren engendrado hijos y nietos, y hubieren envejecido en la tierra, y ustedes se corrompieren, é hicieren escultura ó imagen (ídolo) de cualquier cosa, e hicieren lo que es malo en ojos del Eterno su Dios, para enojarlo. Yo les pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que presto pereceran totalmente de la tierra hacia la cual pasan el Jordán para poseerla: no estarán en ella largos días sin que sean destruídos. Y el Eterno los esparcirá entre las naciones, y de ustedes quedarán pocos en número entre las naciones a las cuales el Eterno los llevará:

Y allí ustedes servirán a dioses hechos de manos de hombres, a la madera y a la piedra, cosas que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.

Mas si desde allí tú buscares al Eterno tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.

Cuando estuvieren en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres al Eterno tu Dios, y oyeres su voz. Porque Dios misericordioso es el Eterno tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto de tus padres que les juró.  Por lo tanto, pregunta ahora de los tiempos antiguos, que han pasado antes de ti, desde el día que crió Dios al hombre sobre la tierra, y desde un cabo del cielo al otro, si jamás se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o si jamás se haya oído otra cosa así coma ésta.

¿Acaso ha oído jamás pueblo alguno la voz de Dios, que le hablara de en medio del fuego, como tú la has oído, y sobreviviste? ¿O acaso se ha oído alguna vez que Dios ha tratado de venir a tomar para sí gente de en medio de otra gente, con pruebas, con señales, con milagros, y con guerra, y mano fuerte, y brazo extendido, y grandes espantos, según todas las cosas que hizo con ustedes, su Dios en Egipto ante sus ojos?

A ti te fué mostrado, para que supieras que el Eterno, Él es Dios; y no hay más nadie fuera de él. De los cielos te hizo oir su voz, para enseñarte: y sobre la tierra te mostró su gran fuego: y has oído sus palabras de en medio del fuego. Y por cuanto Él amó á tus padres, escogió su simiente después de ellos, y te sacó delante de sí de Egipto con su gran poder; Para echar de delante de ti gentes grandes y más fuertes que tú, y para introducirte, y darte su tierra por heredad, como hoy. Aprende pues hoy, y reduce a tu corazón que el Eterno, Él es el Dios único arriba en el cielo, y abajo sobre la tierra; no hay otro. Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, que yo te mando hoy, para que te vaya bien á ti y á tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que el Eterno tu Dios te da para siempre.



Lamentaciones Capítulo 1
MMEGILAT EIJA
¡CÓMO está sentada sola la ciudad populosa! La grande entre las acciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias es hecha tributaria. Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas en sus mejillas; No tiene quien la consuele de todos sus amadores: Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos. Se Fué Judá, a causa de la aflicción y de la grandeza de servidumbre; Ella moró entre las gentes, y no halló descanso: Todos sus perseguidores la alcanzaron entre estrechuras. Las calzadas de Sión tienen luto, porque no hay quien venga á las solemnidades; Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, Sus vírgenes afligidas, y ella tiene amargura.

Sus enemigos han sido hechos cabeza, sus aborrecedores fueron prosperados; Porque el Eterno la afligió por la multitud de sus rebeliones: Sus niños fueron en cautividad delante del enemigo. Fuése de la hija de Sión toda su hermosura: Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto, Y anduvieron sin fortaleza delante del perseguidor. Yerushalayim (Jerusalem), cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien le ayudase, Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, Y de todas sus cosas deseables que tuvo desde los tiempos antiguos: La Miráron los enemigos, y escarnecieron de sus sábados.

Pecado cometió Yerushalayim (Jerusalem); por lo cual ella ha sido removida: Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza; Y ella suspira, y se vuelve atrás. Sus inmundicias en sus faldas; no se acordó de su postrimería: Por tanto ella ha descendido maravillosamente, no tiene consolador. Mira, oh Eterno, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido. Extendió su mano el enemigo á todas sus cosas preciosas; Y ella ha visto entrar en su santuario las gentes, De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación.

Todo su pueblo buscó su pan suspirando; Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Eterno, y ve que estoy abatida. ¿No os conmueve á cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque el Eterno me ha angustiado en el día de la ira de su furor. Desde lo alto envió fuego en mis huesos, el cual se enseñoreó: Ha extendido red a mis pies, tornóme atrás, Púsome asolada, y que siempre tenga dolor. El yugo de mis rebeliones está ligado por su mano, Enlazadas han subido sobre mi cerviz: ha hecho caer mis fuerzas:  me ha entregado Adonai (el Señor) en sus manos, contra quienes no podré levantarme. Adonai (el Señor) ha hollado todos mis fuertes en medio de mí; Llamó contra mí compañía para quebrantar mis mancebos: Como lagar ha pisado Adonai (el Señor) á la virgen hija de Judá. Por esta causa yo lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas; Porque se alejó de mí consolador que dé reposo á mi alma: Mis hijos son destruídos, porque el enemigo prevaleció.

Sión extendió sus manos, no tiene quien la consuele; el Eterno dió mandamiento contra Jacob, que sus enemigos lo cercasen: Yerushalayim (Jerusalem) fué en abominación entre ellos. el Eterno es justo; que yo contra su boca me rebelé. Oigan ahora, pueblos todos, y ved mi dolor: Mis vírgenes y mis mancebos fueron en cautiverio. Dí voces á mis amadores, mas ellos me han engañado; Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron, Buscando comida para sí con que mantenerse en vida. Mira, oh Eterno, que estoy atribulada: mis entrañas rugen, Mi corazón está trastornado en medio de mí; porque me rebelé desaforadamente: De fuera deshijó el cuchillo, de dentro parece una muerte. Oyeron que gemía, y no hay consolador para mí: Todos mis enemigos han oído mi mal, se han holgado de que tú lo hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo. Entre delante de ti toda su maldad, Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones: Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está doloroso

Lamentaciones Capítulo 2
MEGILAT EIJA

¡COMO oscureció Adonai (el Señor) en su furor a la hija de Tsión! Derribó del cielo á la tierra la hermosura de Israel, Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su ira. Destruyó Adonai (el Señor), y no perdonó; Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob: Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, Deslustró el reino y sus príncipes. Cortó con el furor de su ira todo el cuerno de Israel; Hizo volver atrás su diestra delante del enemigo; Y se encendió en Jacob como llama de fuego que ha devorado en contorno. Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario, Y mató toda cosa hermosa á la vista: En la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su enojo. Fué Adonai (el Señor) como enemigo, destruyó a Israel; Destruyó todos sus palacios, disipó sus fortalezas: Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y lamento. Y quitó su tienda como de un huerto, Destruyó el lugar de su congregación: el Eterno ha hecho olvidar en Sión solemnidades y sábados, Y ha desechado en el furor de su ira rey y sacerdote.

Desechó Adonai (el Señor) su altar, menospreció su santuario, Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios: Dieron grito en la casa del Eterno como en día de fiesta. el Eterno determinó destruir el muro de la hija de Sión; Extendió el cordel, no retrajo su mano de destruir: Hizo pues, se lamentara el antemuro y el muro; fueron destruídos juntamente. Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos: Su rey y sus príncipes están entre las gentes donde no hay ley; Sus profetas tampoco hallaron visión del Eterno. Sentáronse en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sión; Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñéron de saco; Las vírgenes de Yerushalayim (Jerusalem) bajaron sus cabezas a tierra. Mis ojos desfallecieron de lágrimas, rugieron mis entrañas, Mi hígado se derramó por tierra por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo, Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad.

Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, Derramando sus almas en el regazo de sus madres. ¿Qué testigo te traeré, ó á quién te haré semejante, hija de Yerushalayim (Jerusalem)? ¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sión? Porque grande es tu quebrantamiento como la mar: ¿quién te medicinará? Tus profetas vieron para ti vanidad y locura; Y no descubrieron tu pecado para estorbar tu cautiverio, Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos. Todos los que pasaban por el camino, batieron las manos sobre ti; Silbaron, y movieron sus cabezas sobre la hija de Yerushalayim (Jerusalem), diciendo: ¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra? Todos tus enemigos abrieron sobre ti su boca, Silbaron, y rechinaron los dientes; dijeron: Devoremos: Cierto éste es el día que esperábamos; lo hemos hallado, lo vímos. el Eterno ha hecho lo que tenía determinado, Ha cumplido su palabra que él había mandado desde tiempo antiguo: Destruyó, y no perdonó; Y alegró sobre ti al enemigo, Y enalteció el cuerno de tus adversarios. El corazón de ellos clamaba al Señor: Oh muro de la hija de Sión, echa lágrimas como un arroyo día y noche; No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.

Levántate, da voces en la noche, en el principio de las velas; Derrama como agua tu corazón ante la presencia de Adonai; Alza tus manos á él por la vida de tus pequeñitos, Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles. Mira, oh Eterno, y considera á quién has hecho así. ¿Han de comer las mujeres su fruto, los pequeñitos de sus crías? ¿Han de ser muertos en el santuario de Adonai el sacerdote y el profeta? Niños y viejos yacían por tierra en las calles; Mis vírgenes y mis mancebos cayeron a cuchillo: Mataste en el día de tu furor, degollaste, no perdonaste. Has llamado, como a día de solemnidad, mis temores de todas partes; Y en el día del furor del Eterno no hubo quien escapase ni quedase vivo: Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó 

Lamentaciones Capítulo 3
MEGILAT EIJA

YO soy el hombre que ha visto aflicción en la vara de su enojo. Me guió y llevóme en tinieblas, mas no en luz. Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día. Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos. Edificó contra mí, y me cercó de tósigo y de trabajo. Me asentó en oscuridades, como los ya muertos de mucho tiempo. Me cercó por todos lados, y no puedo salir; agravó mis grillos. Aun cuando clamé y dí voces, cerró los oídos a mi oración. Cercó mis caminos con piedra tajada, torció mis senderos. Como oso que acecha fué para mí, como león en escondrijos. Torció mis caminos, y me depedazó; me tornó asolado. Su arco entesó, y púsome como blanco a la saeta. Hizo entrar en mis riñones las saetas de su aljaba.

Fuí escarnio á todo mi pueblo, canción de ellos todos los días. Me hartó de amarguras, me embriagó de ajenjos. Me quebró los dientes con cascajo, me cubrió de ceniza. Y mi alma se alejó de la paz, olvidéme del bien. Y dije: Pereció mi fortaleza, y mi esperanza del Eterno. Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel. Lo tendrá aún en memoria mi alma, porque en mí está humillada. Esto reduciré á mi corazón, por lo cual esperaré. Es por la misericordia del Eterno que no somos consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi parte es el Eterno, dijo mi alma; por tanto en él esperaré. Bueno es el Eterno á los que en él esperan, al alma que le buscare. Bueno es esperar callando en la salud del Eterno. Bueno es al hombre, si llevare el yugo desde su mocedad. Se sentará solo, y callará, porque lo llevó sobre sí. Pondrá su boca en el polvo, por si quizá hay esperanza. Dará la mejilla al que le hiriere; se hartará de afrenta. Porque Adonai (el Señor) no desechará para siempre:

Antes si afligiere, también se compadecerá según la multitud de sus misericordias. Porque no aflige ni congoja de su corazón á los hijos de los hombres. Desmenuzar bajo de sus pies todos los encarcelados de la tierra, Hacer apartar el derecho del hombre ante la presencia del Altísimo, Trastornar al hombre en su causa, Adonai (el Señor) no lo sabe. ¿Quién será aquel que diga, que vino algo que Adonai (el Señor) no mandó? ¿De la boca del Altísimo no saldrá malo y bueno? ¿Por qué murmura el hombre viviente, el hombre en su pecado? Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos al Eterno. Levantemos nuestros corazones con las manos a Dios en los cielos. Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste. Desplegaste la ira, y nos perseguiste; mataste, no perdonaste. Te cubriste de nube, porque no pasase la oración nuestra. Raedura y abominación nos tornaste en medio de los pueblos. Todos nuestros enemigos abrieron sobre nosotros su boca. Temor y lazo fué para nosotros, asolamiento y quebrantamiento. Ríos de aguas echan mis ojos, por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo. Mis ojos destilan, y no cesan, porque no hay alivio, Hasta que el Eterno mire y vea desde los cielos. Mis ojos contristaron mi alma, por todas las hijas de mi ciudad. Mis enemigos me dieron caza como á ave, sin por qué.

Ataron mi vida en mazmorra, pusieron piedra sobre mí. Aguas de avenida vinieron sobre mi cabeza; yo dije: Muerto soy. Invoqué tu nombre, oh Eterno, desde la cárcel profunda. Oiste mi voz; no escondas tu oído á mi clamor, para mi respiro te acercáste el día que te invoqué: dijiste: No temas. Abogaste, Adonai Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida. Tú has visto, oh Eterno, mi agravio; defiende mi causa. Tú has visto toda su venganza; todos sus pensamientos contra mí. Tú has oído el oprobio de ellos, oh Eterno, todas sus maquinaciones contra mí; Los dichos de los que contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día. Su sentarse, y su levantarse mira: yo soy su canción. Dales el pago, oh Eterno, según la obra de sus manos. Dales ansia de corazón, tu maldición á ellos. Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Eterno. 


Lamentaciones Capítulo 4
MEGILAT EIJA

¡COMO se ha oscurecido el oro! ¡Cómo el buen oro se ha demudado! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles. Los hijos de Sión, preciados y estimados más que el oro puro, ¡Cómo son tenidos por vasos de barro, obra de manos de alfarero! Aun los monstruos marinos sacan la teta, dan de mamar a sus chiquitos: La hija de mi pueblo es cruel, como los avestruces en el desierto. La lengua del niño de teta, de sed se pegó á su paladar: Los chiquitos pidieron pan, y no hubo quien se lo partiese. Los que comían delicadamente, asolados fueron en las calles; Los que se criaron en carmesí, abrazaron los estercoleros. Y se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma, Que fué trastornada en un momento, y no asentaron sobre ella compañías. Sus Nazareos fueron blancos más que la nieve, más lustrosos que la leche. Su compostura más rubicunda que los rubíes, más bellos que el zafiro:

Oscura más que la negrura es la forma de ellos; no los conocen por las calles: Su piel está pegada á sus huesos, seca como un palo. Más dichosos fueron los muertos á cuchillo que los muertos del hambre; Porque éstos murieron poco á poco por falta de los frutos de la tierra. Las manos de las mujeres piadosas cocieron á sus hijos; les fuéron comida en el quebrantamiento de la hija de mi pueblo. Cumplió el Eterno su enojo, derramó el ardor de su ira; Y encendió fuego en Sión, que consumió sus fundamentos. Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo, Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Yerushalayim (Jerusalem). Es por los pecados de sus profetas, por las maldades de sus sacerdotes, Que derramaron en medio de ella la sangre de los justos. Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados en sangre, De modo que no pudiesen tocar á sus vestiduras. Apartaos ¡inmundos!, les gritaban, Apartaos, apartaos, no toquéis. Cuando huyeron y fueron dispersos, dijeron entre las gentes: Nunca más morarán aquí La ira del Eterno los apartó, no los mirará más: No respetaron la faz de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos. Aun nos han desfallecido nuestros ojos tras nuestro vano socorro: En nuestra esperanza aguardamos gente que no puede salvar.

Cazaron nuestro pasos, que no anduviésemos por nuestras calles: Acercóse nuestro fin, cumpliéronse nuestros días; porque nuestro fin vino. Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo: Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscada. El resuello de nuestras narices, el ungido del Eterno, De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las gentes: fué preso en sus hoyos. Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Hus: Aun hasta ti pasará el cáliz; embriagarte has, y vomitarás. Cumplido es tu castigo, oh hija de Sión: Nunca más te hará trasportar. Visitará tu iniquidad, oh hija de Edom; Descubrirá tus pecados. 


Lamentaciones Capítulo 5
MEGILAT EIJA

ACUÉRDATE, oh Eterno, de lo que nos ha sucedido: Ve y mira nuestro oprobio. Nuestra heredad se ha vuelto á extraños, Nuestras casas á forasteros. Huérfanos somos sin padre, Nuestras madres como viudas. Nuestra agua bebemos por dinero; Nuestra leña por precio compramos. Persecución padecemos sobre nuestra cerviz: Nos cansamos, y no hay para nosotros reposo. Al Egipcio y al Asirio dimos la mano, para saciarnos de pan. Nuestros padres pecaron, y son muertos; Y nosotros llevamos sus castigos. Siervos se enseñorearon de nosotros; No hubo quien de su mano se nos libra. Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan Delante del cuchillo del desierto. Nuestra piel se ennegreció como un horno A causa del ardor del hambre. Violaron á las mujeres en Sión, A las vírgenes en las ciudades de Judá. A los príncipes colgaron por su mano; No respetaron el rostro de los viejos.

Llevaron los mozos á moler, Y los muchachos desfallecieron en la leña. Los ancianos cesaron de la puerta, Los mancebos de sus canciones. Cesó el gozo de nuestro corazón; Nuestro corro se tornó en luto. Cayó la corona de nuestra cabeza: “OI Na Lanu” ¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos. Por esto fué entristecido nuestro corazón, Por esto se entenebrecieron nuestro ojos: Por el monte de Sión que está asolado; Zorras andan en él. Mas tú, Oh Eterno, permanecerás para siempre: Tu trono de generación en generación. ¿Por qué te olvidarás para siempre de nosotros, Y nos dejarás por largos días? Vuélvenos, oh Eterno, á ti, y nos volveremos: Renueva nuestros días como al principio. Porque repeliendo nos has desechado; Te has airado contra nosotros en gran manera. 

MAFTIR
הֲשִׁיבֵנוּ יְהוָה אֵלֶיךָ ונשוב (וְנָשׁוּבָה), חַדֵּשׁ יָמֵינוּ כְּקֶדֶם.
¿Por qué te olvidarás para siempre de nosotros, Y nos dejarás por tantos largos días? Vuélvenos, oh Eterno, á ti, y nos volveremos: Renueva nuestros días como al principio.
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