BLOG DE RAÍZ SEFARDÍ

EL FUNDAMENTO DE LA FE


¿CUÁL ES EL FUNDAMENTO DE LA EMUNÁ (LA FE JUDIA)?
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El principio fundamental de la fe judía dicta que el Eterno, Dios creó el mundo y Él lo sigue vivificando a cada segundo, y si Él quisiera ( Has VeShalóm) destruirlo, solo bastaría que cese de alimentarlo; aunque sólo fuera por un instante y el universo todo desaparecería de inmediato. 

Dios le concedió el libre albedrío al ser humano, de modo tal que si elige el bien el mundo se verá positivamente influenciado por la bendición Divina; pero si escoge el mal traerá al mundo muerte y contrariedades. Esta es la ley mediante la cual Dios derrama su bondad sobre el mundo, puesto que así lo determinó desde la creación: quien se acerca al Eterno es bendecido abundantemente mientras que quien se aleja ve reducida su porción de bendición y vida. 

Quien actúe así habrá de sufrir y hasta perderse por completo. Mediante el estudio de la Torá y el cumplimiento de las Mitzvot (los preceptos), la persona se apega al Eterno, mientras que quien se aparta de esta y transgrede sus preceptos se apega a la muerte.

Tal como está escrito en Devarím 30:15-18): «Mira (oh Israel) que hoy he puesto ante ti la vida y el bien y la muerte y el mal. Si haces lo que te ordeno hoy andando en los caminos del Eterno tu Dios y cumpliendo Sus mandamientos y sus preceptos, vivirás y te multiplicarás y te bendecirá el Eterno tu Dios en la tierra donde vas para heredarla. 

Pero si se desviare tu corazón y en vez de escuchar la voz del Eterno te postrares ante otros dioses y le sirvieres, declaro que de seguro perecerán. No prolongarán sus días en la tierra que vas a heredar allende el Jordán». 

Dios quiere que escojamos la vida, tal como está escrito (ídem 19-20): «Pongo hoy como testigos contra ustedes al cielo y a la tierra de que les di para que escojan entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición, y les exhorté a que escojan la vida, para ti y tu simiente, amando al Eterno tu Dios, escuchando Su voz y siguiendo Sus caminos, pues Él es tu vida (oh Israel) y la extensión de tus días, para que puedas vivir en paz en la tierra que el Eterno juró a tus padres, Abraham Isaac y Jacob, que les daría».

Esto es lo que corresponde de acuerdo a la Ley Divina y Su juicio: que quien se acerca a Dios se acerca a la fuente de la vida y la bendición y por ende recibe más y más de éstas; y quien se aleja de Dios, por cuanto que se aparta de la fuente de la vida y la bendición sus días se acortan y por lo tanto las enfermedades, sufrimientos y desgracias se ciernen sobre él.

El libre albedrío es el gran obsequio que dio el Eterno al ser humano, y es por eso que todas las bondades que recibe la persona del Creador, las recibe con justicia y equidad, por lo que el ser humano se siente en plenitud, feliz y satisfecho, ya que obtuvo su lugar en el mundo mediante su propio esfuerzo y mérito. 

En cambio, si Dios le otorgara al ser humano todas sus bondades gratuitamente, éste no las disfrutaría ni le causarían felicidad alguna escribió el gran Rabino de origen Italiano, el Rav Moshé Jaím Luzatto, en su obra Derej Ha'Shem 1:2.

Por lo tanto, el Juicio Divino debe ser verdadero, detallado y puntilloso, tomando en cuenta cada acción realizada, cada palabra dicha y cada pensamiento elucubrado. 

Por lo tanto, si bien el ser humano es juzgado según la mayoría de sus actos, de modo tal que si la mayor parte de estos son buenos es sentenciado positivamente, y será castigado por cada mala acción de la cual no se haya arrepentido o retornado en Teshuvá. 

Asimismo, si la mayoría de sus acciones fueron malas y es sentenciado negativamente, de todas maneras recibirá su recompensa por cada buena acción realizada. 

El Eterno que es el Rey de la Justicia (el Melej Ha'Mishpat) es quien sabe calcular todas estas cosas y es quien determina cuándo llegó el momento de la recompensa y cuándo el del castigo, según lo que encontramos en el Tratado de Baba Kama 50(a), ídem en el Tratado de Jaguigá 5(a).

El Creador quiere hacer el bien a sus creaturas, tal como está escrito (Salmo 145:9): «El Eterno es bueno para todos y Su benevolencia está presente en todas Sus obras», siendo el objetivo final del castigo la corrección del camino y no la venganza. En este mundo, el castigo tiene por cometido encaminar al ser humano a los efectos de que abandone las malas acciones y retorne al camino de la virtud, tal como está escrito en Devarím- Deuteronomio 8:5): "También sabrás en tu corazón que así como un hombre reprende a su hijo, el Eterno tu Dios te reprende a ti". 

Si la persona no logró retornar al buen camino en este mundo a pesar de que tenga méritos, mientras el mal se encuentre apegado a él no puede acceder al bien que el Santo Dios, bendito sea quiere prodigarle. 

Por esta razón es condenado a padecer sufrimiento en el Guehinóm[1] para así limpiarse de todo mal y posteriormente ascender al paraíso o el Gan Eden, tal como está escrito el Libro primero de Samuel 2:6: "El Eterno es quien quita la vida y también el que la da. Él hace bajar a la tumba y también es quien hace subir". 

Aquellos que son completamente malvados son completamente destruidos en el Guehinóm y se pierden, Tratado de Rosh Ha'Shaná 17(a), Pesikta Rabatí 40, Nefesh Ha'Jaím 1:12.



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[1]. El Guehinóm se traduce comúnmente como infierno, de todas maneras es teológicamente distinto del concepto cristiano o musulmán y no es este el sitio adecuado para entrar en pormenores al respecto en virtud de lo extenso que podría resultar (n. de t.)
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