BLOG DE RAÍZ SEFARDÍ

EL ZAPATERO RICO Y EL ZAPATERO POBRE

EL ZAPATERO RICO Y

EL ZAPATERO POBRE


Habia una vez un día, un príncipe rico decidió abandonar su suntuoso palacio para pasear entre la gente en las calles.

Se dirigió hacia el bullicioso mercado, donde a los ciudadanos comunes les gustaba pasear. De repente, en medio de su caminata, su zapato se rompió, lo que lo obligó a detenerse. Buscó ansiosamente un zapatero y lo encontró en pocos minutos. Le pidió que le reparara el zapato. El zapatero tomó el zapato en sus manos y lo reparó, pero el príncipe notó que la reparación era fea, lejos de ser perfecta, y que no se ajustaba perfectamente a su pie, siendo parte del mismo visible e inadecuada.

Interrogó al artesano sobre la mala calidad de la reparación de su calzado. El zapatero explicó: "Hubo un tiempo en el que yo era un zapatero excepcional, reconocido en toda la región, y disfrutaba reparando zapatos con mucho esmero. Sin embargo, hoy mi situación económica es muy precaria. 

"Tengo que recaudar fondos absolutamente para poder casar a mis dos hijas. Desafortunadamente, esto tiene un impacto en la calidad de mi trabajo, porque ya no tengo la capacidad de invertir como antes."

Estas palabras conmovieron profundamente al príncipe. Reveló su verdadera identidad y sugirió: 

"Ven a mi casa". Una vez en palacio, condujo al zapatero a la sala del tesoro, donde le entregó una pepita de oro: "A partir de ahora puedes estar tranquilo. Toma este oro para la boda de tus hijas e incluso para asegurar el futuro de tu descendientes, hasta vuestros nietos y bisnietos."

“Cada vez que acompañes a uno de tus descendientes a su boda, corta un trozo de esta pepita y cámbialo por una suma considerable de dinero”. 

El zapatero, abrumado por la felicidad, se llevó la pepita de oro a su casa y la escondió con cuidado. A partir de entonces su trabajo mejoró, atrayendo clientes de toda la región. En un momento tuvo tanto éxito que abrió otra tienda de reparación de calzado, y luego otra, acumulando suficiente dinero para invertirse en grandes negocios.

Poco a poco se hizo inmensamente rico. Un día decidió dar un paseo por el mercado del país fronterizo. Y allí también, al igual que el príncipe de entonces, se le rompió el zapato. Fue al zapatero local. El artesano también hizo una reparación de mala calidad y el hombre rico le preguntó el motivo. El zapatero le contó la misma historia: tenía problemas económicos y necesitaba mucho dinero para casar a sus hijas, y esta situación le impedía ofrecer un trabajo de calidad.

El zapatero rico decidió ayudarlo, como también lo había hecho el príncipe con el en el pasado. Le ofreció la misma pepita de oro que había recibido del príncipe. Él le explicó que antes de casar a sus hijas tenía que cortar un trozo de oro para venderlo. 

Pero este zapatero con su astucia de gente inteligente, decidió comprobar el valor de esta pepita de oro. Tomó un hacha y cortó la pepita, para vender parte de ella y estimar su valor, luego sus ojos se oscurecieron: 

descubrió en el centro de este “oro” una simple piedra que no valía nada. En efecto, la piedra estaba rodeada por una fina capa de oro que valía 10 siclos, pero en su interior había una piedra sin valor.

Inmediatamente fue donde el hombre rico y le preguntó: “¿Estás bromeando? ¿Entiendes mi situación y me traes una piedra y me haces creer que es oro? »

Y el hombre acomodado respondió: 

“Siéntate un momento, quisiera contarte una historia”. 

 

» Luego le contó su propia historia con el príncipe, y cómo, gracias a esta pepita, y a la esperanza que había puesto en ella, se había levantado y se había hecho rico, sin ni siquiera comprobar el valor de la pepita ni sin utilizarla. 

“Ambos recibimos una pepita de oro de un extraño, pero la diferencia entre tú y yo es que yo no hice preguntas ni investigué la pepita, cuando estuvo en mi poder, me tranquilizó para poder progresar en mi trabajo y convertirme en millonario. Pero decidiste hacer preguntas y recibiste respuestas que no esperabas y que no te ayudaron en nada. »

¿Qué podemos aprender de esta historia? 

A veces hay cosas que no entendemos y creemos que tenemos que entenderlo todo. Sin embargo, hacer demasiadas preguntas puede complicar las cosas y dejarnos confundidos. Todos conocemos a esas personas que se pasan la vida estancadas en sus preguntas mientras otras avanzan...

La simple Emuná (fe en Dios), sin hacer demasiadas preguntas sobre el Eterno, ciertamente constituye una garantía de una vida más serena y feliz.

 

 

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